Los sistemas agroalimentarios mundiales están cambiando rápidamente por factores como el cambio climático. Estos cambios pueden tener ramificaciones adversas tanto en el acceso a alimentos nutritivos como en la disponibilidad de estos. Las bajas concentraciones de nutrientes esenciales, como las proteínas en los principales cultivos alimentarios, es uno de los efectos del cambio climático que van en detrimento de la seguridad nutricional, especialmente en los grupos poblacionales más vulnerables del mundo, como los lactantes y los ni?os peque?os.
La India sigue llevándose la peor parte de la doble carga de malnutrición. Según el Informe de la Nutrición Mundial 2022, el 35 % de los ni?os menores de 5 a?os muestran deficiencia en talla para su edad, es decir, sufren un retraso en el crecimiento y su estatura está por debajo de lo normal, mientras que el 17 % padecen emaciación, es decir, su peso es demasiado bajo para su estatura.
La Organización Mundial de la Salud y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia recomiendan la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida del bebé, sin más alimentos o líquidos que los medicamentos recetados.
Los ni?os de 6 a 23 meses son los más afectados por alimentos deficientes en nutrientes esenciales, ya que en este período se introducen alimentos complementarios a la leche materna. En la India, un 80 %, aproximadamente, de esos alimentos son cereales y legumbres, y menos del 20 % son productos de origen animal, como carne roja o blanca, pescado y huevos. Estos alimentos de origen vegetal rara vez aportan un balance adecuado de nutrientes, especialmente los aminoácidos esenciales necesarios para un crecimiento y desarrollo rápidos.
Para hacer frente a la malnutrición con datos basados en la evidencia científica y recomendaciones dietéticas mejoradas sobre la ingesta de proteínas, se han de crear capacidades que posibiliten una medición exacta de la calidad de las proteínas que contienen los alimentos para lactantes y ni?os peque?os. En ese sentido, y dadas las repercusiones medioambientales del consumo de alimentos de origen animal, es especialmente pertinente determinar la calidad de las proteínas en alimentos de origen vegetal.
La calidad de las proteínas se define como la proporción de proteína o aminoácido ingeridos que el organismo absorbe y utiliza. Las opciones para medir la calidad de las proteínas en los seres humanos son limitadas, ya que el método estándar se basa en un procedimiento invasivo de intubación intestinal mediante el cual se recoge una muestra de los alimentos ingeridos a medida que se van digiriendo en el intestino. Esa muestra se analiza para determinar la concentración de aminoácidos libres transcurrido un tiempo después de una comida. En una Consulta de Expertos convocada en 2014 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se recomendaron nuevos métodos, por ejemplo, enfoques basados en isótopos estables con los que medir la calidad de las proteínas a partir de un nuevo índice recomendado: el índice de aminoácidos indispensables digestibles (DIAAS). Uno de los métodos recomendados fue la técnica de los dobles trazadores isotópicos (DSIT), que se desarrolló, sometió a prueba y optimizó en el marco de un proyecto coordinado de investigación que se llevó a cabo en siete países con el apoyo del OIEA.